Sin darnos cuenta, dice Juan a su
amigo Alberto, estamos llenos de apegos, estos son como pesadas cadenas. Por un
lado nos dan la seguridad a que el viento no nos moverá, pero también nos ancla
y nos impide el movimiento, solo lo que permite la longitud de la cadena.
Llevas razón, pero sin embargo
olvidamos que esos, los creamos y alimentamos nosotros y tienen una entidad
importante. Pero solo en nuestro entorno de creencias. Contesta Alberto.
Parecemos seres libres y creamos
lazos que nos dan, en teoría seguridad y como su nombre indica, el resultado
son adherencias. Durante un tiempo suelen ser interesantes por dotarnos de
seguridad, olvidando tenerla en nuestro propio ser. Pero nuestro pensamiento,
sigue, con el pensamiento que lo valido una vez es útil para siempre. Creando
un nudo que llega a asfixiar.
Muchas veces el enemigo esta en
casa, somos nosotros y buscamos la culpabilidad en los demás para encontrarnos
bien con nuestra manera de ser y de pensar. Sino se crearía un conflicto que
nos haría sentirnos peor.
Juan hace una pausa, buscando la
reflexión y meditar en lo expresado. Alberto comparte y dice: Alguien dijo que el hombre es un lobo para el hombre. Pienso
que no es solo hacía los demás, sino también ante si mismo.
¿Tú crees que las costumbres
sociales pueden ser apegos personales? En cuanto las introducimos dentro de
nosotros se convierten en personales, contesta Juan. Siempre es lo mismo la
adaptación que hacemos a nuestros pensamientos, para hacerlos propios. La
importancia de este hecho es vital para saber el ser creadores y modeladores de
nuestra manera de pensar y comportarnos. Esta es la clave, perdida de vista
muchas veces para perdernos en mundos extraños e inteligibles.
Al final todo es mucho más fácil,
sin tantos recargos como creemos.
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