LA
SUPORIZACIÓN
La
cicatriz de la cara de Juan ha empezado a supurar, un liquido viscoso
aparece en dos de los antiguos puntos que cerraban las partes sueltas
infligidas por el filo de la navaja.
Al
notar deslizarse una gota por su mejilla, lleva la mano hacía ella,
mientras recoge el liquido purulento entre sus dedos.
Hace
tanto tiempo de esto y sin embargo vuelve a brotar. Va hacía el
servicio y descubre el otro punto con igual gota. Lava con jabón y
agua. Tomá una servilleta y seca las gotas de agua, mientras quiere
secar los dos fuentes de su cara.
Las
pequeñas goteras siguen su llanto. Toma una nueva toallita y la
aplica con la idea de taponar. Coloca sus gafas y un “ya se secara”
es la respuesta que se da.
La
mente de Juan se vuelve hacía como, vuelve a salir liquido de una
herida, cicatrizada hace muchos años. La imagen del afeitado matinal
viene a su rescate, pero hoy no lo ha hecho ¿entonces?
Abandona
el baño y sigue aplicando el apósito, sorbiendo gota a gota.
El
almacén tiene un poco más de ajetreo por haber recibido partidas
nuevas para ser distribuidas en los próximos días.
De
vez en cuando vuelve a llevar la mano, al bolsillo para obtener el
papel secante. Un descuido hace perder la verticalidad a una fila de
cajas de cartón. Estruendo y miradas de todos hacía él. Se afana
en recoger lo más rápido posible y hace dos filas. Risas y miradas
de censura.
El
ruido de la carretilla eléctrica, con su pitido. Marcan un nuevo
tiempo.
Como
un tic seca su cara continuamente. Su gesto no pasa desapercibido,
nadie se atreve a decirle una broma, solo miradas de soslayo.
El
día pasara como paso aquella fecha hace tres años.