Juan
aprendió, una vez, que como más se aprende es escuchando. De esta manera se
puso a aprender de los demás, sin juzgarles, pero aprendiendo cómo se comportan.
Llevaba una pequeña libreta, para poder guardar en cualquier bolsillo, y
relatar el comportamiento de las diferentes personas que se cruzan en su
camino. De esta manera no se le olvidan los detalles de los papeles,
representados en nuestra vida, por todos nosotros.
Al
final del día, llega la reflexión y la posible crítica, ante todos estímulos
recibidos, parecen, una gran obra de teatro, pero con un volumen muy grande de intérpretes.
Desde ese momento con esa recogida de datos llega el trabajo, de la asimilación
y la búsqueda del porqué de esa manera de ser. Como los filtros los ponemos
nosotros el resultado será sesgado, pero no deja de ser importante. Por
supuesto para nosotros mismos, pero con una intención de compartir, para que en
el contraste de opiniones salga un enriquecimiento.
Juan
piensa así, sabe que puede estar equivocado pero el camino que ha elegido le
parece justo, por ello anota y contrasta todas las situaciones que observa,
poniendo las mayores submodalidades que aclaren un poco más, la situación
vivida.
Al
comentarlo con sus amigos, le han tachado de rarito, de complicarse la vida. Su
respuesta es clara, si aprendo del comportamiento de los demás, estoy entendiéndome
cada vez mejor. Porque lo que no me gusta de los otros es un reflejo, de las
cosas que no me gustan de mí mismo. Entonces surge un nuevo debate sobre este
mismo tema.
Pero
como la vida es un aprendizaje, según, va diciendo su cabeza se reordena en
unos criterios de principios personales.
Juan
se ve fortalecido y por ello su interés por seguir aprendiendo. Con lo cual
sigue su estudio humano.