El
caballero Alonso, salé de su castillo con la armadura puesta. Hoy
los problemas están abajo, en la ciudad. El caballo empieza a
resonar en el empedrado de descenso, siempre los castillos se
encuentran hacía arriba, dos auxiliares van tras él a la carrera,
con sendos rocines.
Al
llegar se encuentra con un numeroso grupo, lleno de estandartes y
voces altas, contra mas gritos más importante es el problema. Se van
separando para dejar paso hasta el centro, parece ser como si este
punto fuera lugar de encuentro.
Alonso
clama, voz en grito, a por ellos.
Una
fila se va componiendo, dejando la parte delantera a los pendones y
seguida de los diferentes señores. Parecen ignorar que van al
encuentro de la muerte, al fin y al cabo cualquiera se siente
vencedor, sino se hubieran quedado en casa, curiosa analogía a los
tiempos del covid 19.
Cuando
se ponen en marcha se hace lenta se moviliza mucha gente y por ello,
durara días, hay que llevar provisiones y tiendas de campaña.
Nada
más salir una tromba de agua despide la salida. Se ha buscado cobijo
en los árboles de la entrada, junto al rio. El camino se enfanga y
hace penosa la marcha, ya no hay voces triunfantes sino de palabras
voluptuosas.
El
campamento se fija en una colina huyendo de las vegas, no vaya a ser
que el tiempo descargue.
Los
fuegos se hacen a duras penas. Alonso mira su celada sobre una roca y
se quita la piel de hierro, se siente más ligero pero de peor humor.
La
noche no ha sido mejor.
El
peso transportado hace fatigosa la marcha, desanimo y perdida de
objetivo, cunden como pólvora, mojada.
El
segundo día no fue mejor y los entendidos lideres, acordaron dar la
vuelta, no querían otra derrota.