Ayer, Juan, se encontraba
pletórico. Hoy se ha levantado con un dolor en la pierna, que apenas le deja
caminar bien.
Juan deja de comprender los
altibajos que tiene la vida. Ayer todo era optimismo y hoy observa, como
arrastra su pierna. Todo ha dado la vuelta. Al afeitarse no ha querido ver su
cara y solo ha realizado la labor mecánica de retirar los incipientes,
pelillos. Con la de cosas ha realizar y este contratiempo.
Baja las escaleras apoyándose en
la barandilla hasta llegar a la calle. Como puede toma el autobús, hasta
consigue un asiento, todo el mundo no va abstraído en lecturas y móviles.
Algunos hasta observan a quien entra y quien sale del vehiculo. Como puede,
realiza el primero de sus objetivos marcados. Se dirige al taller donde trabaja
y cuenta su problema. Los comentarios jocosos no se hacen esperar, es parte de
la respuesta general.
Sobre la mesa se agolpan papeles
que tiene que dar curso, sin demora, por estar a últimos de mes.
Juan ve una imagen de unas olas
en el mar, comprende como pasan de estar arriba, en la cresta de la ola, como
descienden a la parte más baja, para pasados unos instantes repetir el proceso.
Vuelve al pensamiento de la mañana. Pues ayer se encontraba en la parte
superior para hoy tener que venir con la pierna arrastrándose.
Anula las otras salidas y se da
cuenta como no ocurre nada anormal, se pueden aplazar sin generar ningún
problema. Aprovecha en la hora de la comida para comprar aceite de romero, utilizado
en su casa, antiguamente.
Nota el alivio del dolor y el
perfume que genera y no pasa desapercibido al paseante y en su puesto de
trabajo.
Al llegar a su mesa observa el
cuadro de las olas, y sonríe.
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