María
vive en una ciudad costera, donde, afortunadamente, suele llover con
frecuencia, cosa que no la hace mucha gracia pues un resbalón la
llevo a una fractura en su pierna. Esto le acobarda, el poder repetir
y sufrir en impacto sobre sus huesos, ya, por si, poco fuertes.
Hoy
sale de su casa y observa todo mojado, pero con el agravamiento que
la temperatura ha descendido tanto que se han formado placas de
hielo.
Su
cara ha cambiado y acomoda sus pasos a ser cortos, no inicia el
siguiente hasta que siente la seguridad de no patinar.
La
inestabilidad que siente es tan grande, que decide volver a casa,
toma el bastón, usado por su madre. La hace aparentar más años
pero el pánico es superior a su necesidad de ir a comprar, para la
elaboración de la comida. Tiene el turno de tarde y ya deja
elaborada la de Luis, solo tiene que calentarla.
Te
ha llenado de ropa por la posibilidad de un deslizamiento, tener ropa
que amortigüe el posible impacto.
A
penas presta atención a lo que le rodea, adquiere los alimentos y
solo desea ver como llegar a casa ilesa. Como no suele llevar bastón
se ve grotesca llevándolo. Las miradas no la pasan desapercibidas.
Al salir observa como un tímido sol. Ese brillo reflejado sobre las
losas de piedra le da cierta seguridad, lo que lleva a ampliar la
zancada y los pasos son más seguros. Siente la bolsa de la compra
como un peso estabilizador y mira como las nubes grises van camino de
devorar al astro solar.
Al
comenzar a subir los escalones de casa nota una liberación de la
tarea realizada con nota. Y un profundo suspiro sale de su boca. Al
llegar a su puerta, olvido coger la llave, dejada dentro.
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