martes, 26 de marzo de 2019

SUEÑOS CONSCIENTES




Juan avanzaba por la calle. Un coche atraviesa su camino, de la misma forma le llega un pensamiento a su cabeza. Igual que el impacto, un impacto físico, su expresión se lleno de un sentimiento de dolor, paró sus pasos, hasta llevo sus manos a su vientre, queriendo tapar una salida no abierta.
El coche nunca había venido a él, pero las creaciones mentales, si. ¿Se estaba volviendo loco? Nuevos pensamientos a esté tema.
¿Cual es la razón por la que puede sentir de una manera física sus creaciones mentales?
Había abandonado toda idea de raciocinio sobre lo que le sucedía desde hace un mes. Tras haber leído aquel libro sobre las creaciones de los sueños. Siguió los ejercicios a rajatabla, pero no conseguía hacerlos en categoría placentera.
Algo había hecho mal pero el libro no tenia maestro. Busco su nombre en Internet y logro una dirección de correo electrónico.
Escribió todo lo que sucedía en su vida y espero respuesta. Pero no llegaba, el autor podría estar en cualquier parte del mundo dictando sus lecciones.
Consultaba su cuenta de correo pero solo hallaba los correos de siempre.
Como quien abre un frasco de esencias extrañas, así el aroma había invadido su mente y cuerpo. Prisionero sin cadenas, miraba pero no veía, escuchaba con oídos de cera, olía con un profundo catarro. Sentía estar en un campo ajeno pero todo se movía en su propio mundo.
Al mes un mensaje apareció en su ordenador. Con el texto siguiente: “Estoy de vacaciones hasta el final del siguiente mes, gracias por haberme escrito”.
Eso era todo lo que le tenía que decir, la rabia le llevo a destruir el libro “Sueños conscientes”. Recogido los trozos y los llevo al contenedor de papel. Las farolas seguían doblando a su paso, como casi siempre.

viernes, 8 de marzo de 2019

EL VAGÓN DEL TREN




El joven John se preocupa por mantener su trabajo, tras dejar a su familia y buscarse la vida encontró la oportunidad de trabajar en el tren, cada día dormía en un lugar diferente, según las necesidades de la compañía. Sus diecinueve años le habían permitido hacía tres años, romper el cordón umbilical. Los cambios de ciudad no le molestaban, iba conociendo los diferentes submundos a los que el color de su piel le destinaban en los estados del sur. Aun recuerda sus inicios junto a la familia de Hans, donde sus padres trabajaban de todo a cambio de una casa y comida. Las vejaciones aparecían en muchas ocasiones. Hasta que al cumplir dieciséis con aquella tarta de zanahoria eligió crear su destino. Los padres entendieron su deseo de cambiar y le facilitaron lo poco que tenían, pero el enfado de la familia adaptadora, fue mayúsculo, una vez enterados al día siguiente. Habían perdido unos brazos útiles en las cosechas de los campos circundantes. El joven Hans era de su edad pero nunca habían jugado juntos. Y hoy se encontraban en el vagón del tren, solo cambiaba el marco pero no los papeles. John había estirado y musculado su espalda pero su nariz y sonrisa era la misma. El joven Hans seguía rechoncho y con su ridículo sombrero. Cuando los ojos se encontraron saltaron chispas y recibía los reproches de aquel niño consentido, distante y solitario.
  • Me subes la maleta a la litera, pronuncio en tono imperativo, como estaba acostumbrado a ser.
  • No puedo, tengo que atender otros pasajeros que solicitaron antes.
  • Tan vago como siempre. La conversación se corto . Paso el tiempo y la maleta seguía en el suelo. John la coloco en la altura pero de manera que cualquier traqueteo o curva la haría caer.