Como
un dibujo se movía Juan, lejos de presentar matices se mostraba
simple, no le gustaba las cosas aparatosas, como él decía.
El
color gris era su preferido y su forma de hacer las cosas. La rutina
daba forma a su vida pero critico con lo que le rodea, no aportaba
soluciones porque las consideraba obvias.
Su
bigote esconde los movimientos de los labios, parece farfullar las
palabras, conlleva una pregunta del interlocutor para aclarar lo que
había oído.
Aparenta
una edad mayor a la que dice su carnet de identidad.
Cuando
pasea los movimientos no son armónicos, tiene variaciones, desde los
pasos de película de dibujos animados a los dubitativos. Para los
espectadores de las terrazas de los bares da mucho juego, el
comentario esta asegurado. Soltero empedernido huyendo de cualquier
relación, le añadía un carácter misogino.
Elegía
del cine, del que era muy usuario, las últimas filas para pasar
desapercibido.
Estando
leyendo una carta enviada por el ministerio de hacienda, le entro un
picor en el ojo, llevo la mano, con la que sujetaba el folio hacía
su ojo. Un corte recibe su frente por la que empieza a sangrar en
abundancia. El color rojo cambia su monocolor personal.
Va
dejando un reguero hasta que llega al servicio, lava la herida,
mientras coge papel higiénico para limpiar la colorida cara. El agua
no representa un antídoto pero quita los restos sanguíneos. Forma
un tapón y lo fija con esparadrapo. Mientras piensa que Hacienda
siempre hace daño. Cambia el apósito varias veces hasta conseguir
haber ayudado para formar un coagulo epidérmico.
Hoy
no saldría a la calle. Se recostó en su sillón y dejo pasar el
tiempo, hasta la llegada del sopor que hizo su función, la pantalla
en blanco y negro apareció y proyecto las mismas cosas vividas.