Siempre
existe un motivo por el que hacer las cosas, así pensaba Juan cuando
fue a recoger un paquete. Buscamos cualquier justificación para
actuar, sino nos haría irracionales.
Envuelto
en sus pensamientos, nunca sabía porque le hacían reflexionar,
tantas cosas. En esa linea de comportamiento se gestaba su vida.
Hoy
le habían pedido un favor de recoger un paquete y entregar al país
donde iba a pasar unos días. Se trataba de un papel marrón claro,
muy embalado y casi hermético.
El
acto le daba una cierta preocupación, tenía que entregar dicho
paquete sin saber lo que contenía, como respuesta son unas medicinas
para esa persona. Las recogería en la recepción donde estaría
alojado y ahí terminada este favor pedido por un conocido. No
entiende porque no se enviá por correo postal. Pero tampoco le creo
desconfianza. No tenía que desplazarse y solo era dejar en el hotel.
Pero
¿cual era el motivo por el que había aceptado tal encargo? No
conocia porque había aceptado, sin conocer el contenido.
Al
llegar al nuevo país en la terminal aérea. Escanearon las maletas y
se interesaron por el paquete, preguntaron que contenía y la
respuesta fue medicamentos. Juan fue trasladado a una sala paralela y
le pidieron que lo abriera, le dejaron unas tijeras y abrió el
mismo. Una serie de blister con capsulas en su interior, sin el
nombre del producto impreso. En perfecto castellano le preguntaron de
que se trataba, Juan narro la historia pero el policía no quedo
satisfecho.
Del
conocido solo sabía su nombre, sin apellidos, sin lugar de
residencia. El se había ofrecido a traerlo a esta ciudad, nada más.
Tanta ambigüedad creo más sospechas y le dijeron que estaba
retenido a espera de analizar el contenido.
Juan
seguía sin entender el motivo de su aceptación transportista.