El
edificio tiene catorce plantas. Juan vive en la trece. Hay dos
ascensores para facilitar el desnivel. Pero él le gusta subir y
bajar por las escaleras. Las primeras veces no encontraba su fin,
luego fue buscando referencias, en la cuarta planta una maceta en la
ocho un extintor en la diez un felpudo con muchos colores, para
saber en el piso donde está y solo rehuía el elevador, cuando va
cargado o acompañado. Las veces que ha invitado a iniciar la subida,
a amigos, en la cuarta planta viene una negativa a seguir
ascendiendo. Se quiere la comodidad del no hacer por la del hacer.
La
respiración le acompaña en su ritmo escalante y se adapta al del
corazón. Juan siente sus rodillas fuertes y su impulso para sortear
los peldaños. La bajada le resulta más insulsa, pero tiene la
ilusión de alcanzar la calle, motivación suficiente para hacerlo.
Hoy
es martes, es su cuarta subida. Al llegar al extintor, nota que su
corazón va más acelerado de lo normal. Para para respirar agitado y
se apoya en la barandilla, hace un flexión de su tronco, para
facilitar la entrada de aire, pero esta agotado, se sienta en un
escalón y espera recuperar, solo son cinco pisos más.
Se
levanta pero el hacer la subida de un solo escalón es un triunfo, su
vista esta hacía arriba pero su cuerpo está inmóvil. Asustado
lleva su mano al corazón y le siente desbocado. Un agudo dolor en la
parte izquierda, es mala señal. Paralizado nota como su cuerpo se va
arrugando para perder el control y hallarse en el suelo. Bloqueado no
logra articular palabra ni realizar movimiento alguno sus ojos se
cierran para evitar cualquier cansancio. El aire parece haberse
extinguido. Los sonidos desaparecen, mientras el ascensor, pasa
subiendo.