El
resultado siempre es el mismo, así piensa Juan. Parece que todo lo
que emprendo, siempre tiene el mismo resultado, estoy harto.
Juan
respira fuerte como si el olor pudiera transformar su pensamiento,
pero el sabor amargo vuelve otra vez a su boca. La música, tampoco
le traslada, uno de los cojines del sofá, donde esta sentado, es
requerido para el divagar de sus manos.
Juan
sigue sin encontrar su punto diferente, quizás deba hacerlo ya, las
preguntas parecen tener respuesta. Sale de casa camino del parque
cercano a su casa, anda pero no ve, camina pero no anda, la negación
forma parte de su vista. Sabe donde va, con su piloto automático
puesto, pasa ramas de árbol rotas por el temporal de viento de la
pasada noche, sortea aquí y allá. Los edificios grises a penas
destacan otro color, aunque los ladrillos sigan siendo rojos.
El
asfalto confirma la escala de color. Los equipos de limpieza tratan
de devolver la normalidad.
Juan
sigue sus pasos, ni siquiera nota el frio que ha traído la noche.
En
la parte derecha esta el nudo de autovías que circunda la isla
verde, un puente atraviesa las mismas, una rotonda da forma al nudo.
Abajo la gran autovía. Juan lo ha pensado cientos de veces pero
nunca había llevado a cabo su pensamiento. Hoy es diferente, el
valor que creía carecer se ha instalado en esa cabeza confusa, que
solo ha sabido dirigir en escasas ocasiones. Esta siendo conductor
de su vida, por fin. Sube el pedestal de hormigón, hasta deja sus
gafas para no ver, su compromiso, de pie sobre la barra se balancea,
como tantas veces ha hecho con sus pensamientos, ahora sabe, que el movimiento tiene que terminar hacía delante. No hay vuelta atrás, el
aire sigue moviendo las ramas.