Un
jubilado, hablaba con un conocido en el autobús y le decía: ahora
voy a por el pan, como todos los días. El sentimiento de monotonía y
falta de entusiasmo, se escapan por los poros de este hombre. Es
como un desprecio a la comida, porque afortunadamente la tiene en su
casa todos los días en tres ocasiones, como mínimo.
Curioso
el sentimiento rutinario, como nos hace llegar a una falta de
ilusión. Siempre recuerdo como algunas personas antes de comer,
agradecen, el poder tener con que alimentarse. Puede convertirse,
también, en una rutina, pero es una toma de conciencia de que
respiramos, tenemos agua para beber y lo transpolamos a las
relaciones con nuestros semejantes. Volviéndolas rutinarias, por
ello pierden interés. Dejamos que la monotonía llegue a nuestras
acciones y, por tanto, a nuestros pensamientos llenándolos de un
liquido, viscoso y uniforme que se llama tedio.
Este
hombre bajó del autobús, que le ahorraba la monotonía de pasear y
le devolvía a la calle. Donde las caras de las personas que se
cruzaban no indicaban nada nuevo. Esto confirma su estado decrepito y
del pensamiento bucle. Unido a sus pensamientos, se cruza con un chica
con la cara radiante, con movimientos vivos, como queriendo que el
tiempo llegue más deprisa para llegar a la hora donde va a encontrar
el motivo de su alegría. Piensa que el problema esta en que ella es
joven y tiene una vida por delante,, mientras él, la tiene por
detrás. Es la manera de seguir en su estado general que confirma
todas sus expectativas. Se ve relegándose de un tren que ha dejado
de interesarle su destino. Pero que sigue y solo espera la parada, en
cualquier estación, para bajarse y dejar el viaje. Los años
llegaron a su cabeza y pesan fuertemente.
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