lunes, 23 de octubre de 2017

LA SONRISA DE ALIM

Alim es un hombre árabe, muy respetuoso con toda la gente que le rodea. Vive en un país lejano al suyo y aprendió como el respeto hacía los demás era uno de los grandes valores de la convivencia.
Alim está en los cuarenta años, ha procurado aprender el idioma de su lugar de trabajo y lo ha aprendido en poco tiempo. Ha prestado mucho interés en ver como se formaban las palabras y como emplear un ritmo pausado, donde muchos interpretan su falta de conocimiento del idioma. Ha sustituido sus ropas orientales por las occidentales. Aunque ha encontrado poca diferencia en el tono de voz, pero si en la agresividad que descubre en muchas situaciones de su vida.
Ha sufrido el rechazo por ser oriental, por ser uno de los fantasmas del pasado. Pero él ha seguido los dictados de su familia, anteponiendo la palabra “por favor” y “gracias” cuando ha finalizado.
Su color de piel es restituido por unos ojos agradecidos que no pasan desapercibidos junto a la eterna sonrisa, comedida y no escandalosa. Donde brota desde la mañana.
Es musulmán y trata de hacer sus oraciones en su habitación. En una casa compartida con otros tres estudiantes árabes.
La suspicacia hacía esa vivienda es continua, y los vecinos, de una manera velada, siguen sus movimientos, como espías a disposición del Estado.
Hoy, al ir a su trabajo, en el autobús. Un frenazo ha hecho que perdiera el equilibrio, lo que ha dado una situación conflictiva, al caer sobre otro pasajero, que no tiene un buen día. Alim se disculpa y trata de interesarse por su colchón, eventual.
Voces en alto para hacer un alegato sobre la inmigración y la falta de civismo, proferidas por el otro pasajero, encuentran pronto mecha en , se suman.
Alim baja del bus.

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