-Vaya, tu por aquí. Saluda Juan a
su compañero Domingo.
-Si como hace diez años. Es la
respuesta al sarcasmo.
-No, pensé, que hoy no venias,
por tener cita con el especialista.
-Al final me llamaron para
suspenderla y me llamaran para decirme cuando, me suena que pasaran otros seis
meses.
-Entiendo que no será muy
urgente.
-La verdad, es que ya me da un
poco igual, al principio estaba nervioso por el diagnostico. Pasado el tiempo,
sigo llevando una vida normal, sin dolores, me da un poco igual. Casi prefiero
no entrar en el círculo de la sanidad, pues te marean y hacen mil pruebas para
decirte esto es la edad.
-Menos mal que no eres aprensivo,
Domingo.
-Creo haber logrado ese
equilibrio de entender la vida de otra manera. Estoy más tranquilo. Por
ejemplo, este trabajo, que llevamos, puede hacernos llevar que no vamos a ningún
sitio, pues es rutinario, sin embargo esa manera de pensar la podemos
rectificar. Cuando venía hacía aquí lo he hecho cantando, solo para mi y me he
sentido mejor, aunque la canción haya durado quince minutos, la tenía ocupando
mi cabeza, mientras descubría los árboles, los coches y las personas que me
cruzaba. Ha sido diferente.
-Me vas a tener que prestar esa
canción, contesta Juan.
-La canción era lo de menos,
estaba poniendo música en mi vida, dejaba de ser un espacio vació. Te animo a
que lo pruebes.
-Nada será cuestión de encontrar
la canción y venir de otra manera.
-También puedes empezar a la
vuelta. Si elegimos trabajo rutinario, realmente, nos encontraremos con él. Ante
el mismo estimulo siempre obtenemos la misma respuesta. Pero si modificamos la
capacidad de recepción es diferente.
-Estás hecho un filosofo.
-No solamente estoy aprendiendo y
eso ya es más que suficiente, es maravilloso.