Al
acercarse a la fuente, que asemeja a una pila bautismal, solo
acanalada en los bordes para facilitar la salida de agua. Pero tiene
un espacio donde se acumula y recoge las ondas de agua y las burbujas
realizadas por el pequeño surtidor. Juan queda parado oyendo el
ruido de la caída de agua, al estar atardeciendo, la luz va
fugándose y crea un espacio fantasmal.
Aprovecha
para sentarse en un banco de piedra, próximo y quedarse abstraído
del entorno.
Los
paseantes empiezan a desaparecer y la luz de las farolas se inicia.
El pensamiento le lleva a un bautizo que presencio en una vieja
iglesia hace muchos años. Todos los símbolos que se ejercitaron
entonces y que pasaron desapercibidos a los presentes. Solo del
pensamiento de un ingreso más, en la fe católica. Y la siguiente
celebración en un bar próximo.
El
espacio era también oscuro solo con la iluminación de tres velas y
la treintena de personas, testigos del acto.
De
repente la fuente dejo de manar agua y las ondas y burbujas fueron
desapareciendo. Juan sale de su escena y se levanta hacía la salida.
Las nuevas sombras toman su nuevo aspecto. Camina lentamente, sin a
penas ruidos, salvo los de la calle fuertemente transitada, entrada y
salida a la vez.
Un
viento comienza a arreciar, como queriendo barrer la estancia, como
si hubiera sido profanada. Sube la cremallera de su chaqueta,
buscando reservar el calor interior. Ya en el paseo principal, las
luces comienzan a parpadear. Afortunadamente es una recta lo que le
separa de la puerta de salida. Por ello no se siente inquieto. Pera
lo vieja puerta de hierro esta cerrada y comienzan a surgir todas las
dudas que no había tenido. Toma un barrote y tira fuertemente hacía
atrás la puerta cede fácilmente.
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