Carmen
se levanta, como todos los días a las ocho de la mañana, hoy tiene que resolver
un trámite judicial, que le lleva rondando la cabeza durante siete meses, por
fin ha llegado el día señalado.
Esta
noche no ha podido dormir como siempre, ha dado más vueltas de las normales y
su cabeza tiene ideas fijas, repetitivas. Esto la hace que estar con los
nervios a flor de piel. Los tramites se van resolviendo según lo previsto pero
necesita expresar su rabia contenida durante tanto tiempo y dice cosas que no
debe decir, pero existe comprensión para su caso y no se le tienen en cuenta,
pero si se le señala que puede darle problemas si vuelven a aparecer. Como
puede se muerde la lengua, aunque su deseo sea otro muy diferente. El tiempo va
pasando y con él, la acumulación de estrés.
Siente
que ha sufrido una injusticia y debe recriminar al infractor. A pesar de todo
no vuelve a pronunciar palabra. Por fin el procedimiento se ejecuta y cambia las
palabras por miradas reprobatorias. Trata de concentrar su frustración por el
movimiento fijo de sus ojos, mientras sus facciones se afilan buscando el
angulo de las navajas o cuchillos.
La
mañana tarda toda la noche en llegar, ha dado vueltas a lo que ha vivido, en
todo el periodo, una y otra vez. Sus ojeras se dejan manifestar hinchadas y al
levantarse de la cama tiene un agarrotamiento muscular, parecido a si hubiera
disputado una prueba deportiva el día anterior. Un cansancio que le cubre todos
los músculos conocidos de su cuerpo. Logra llegar a la ducha y recibir los
chorros calientes que aligeren el acortamiento
recibido por tanto momento de tensión, multiplicado por su creación
cerebral, que ha tenido vida propia con los mismos materiales recibidos.