La vida se puede comparar con un
barco. El mar siempre es el mismo pero las situaciones o inclemencias
temporales, son diferentes. Desde el mar calmado, donde apenas se levantan olas
a marejadas que pueden llevar al hundimiento o muerte. Nosotros vamos
preparando a nuestro barco, con pintura, arreglando motores, o dejarlo que
aguante lo que pueda, con lo cual la navegación se va convirtiendo en problemática
y a veces, necesitar ser remolcado hasta el puerto donde hacer los arreglos básicos.
Dependiendo como nos tratemos el
barco será un calvario o un agradable pasaje. El tiempo atmosférico, es
secundario. Nuestro barco aguantara hasta que un día ya no pueda, rompiéndose
entre las saladas aguas.
Los cuidados y el mantenimiento
del mismo están a nuestro cargo y por tanto somos responsables de su
comportamiento en la vida o en el mar.
La analogía con la el transporte
vale ver que si no nos cuidamos el barco, puede ser un casarón de nuez en medio
de las aguas, nuestro cuerpo es lo más maravilloso que tenemos, sino lo
sentimos así. Vamos dejándole que vaya en punto muerto, donde las corrientes te
transporten, si surge la novedad pero habremos perdido la decisión de lo que
queremos y el destino elegido.
Las inclemencias temporales nos
dan un grado de reflexión, que sino sabemos aprender, repetiremos las mismas en
más ocasiones, hasta que aprobemos el examen.
El mar puede ser un lugar donde
se acumulan muchos miedos, pero también es nuestra oportunidad de sacar una
excelente nota y darnos la seguridad que, a veces, tanto añoramos.
Al soltar las amarras que te
sujetan a la seguridad del puerto, es cuando se produce nuestra verdadera
navegación, lo otro solo han sido juegos. Cada día volvemos al puerto, vamos a
nuestro lugar de atraque. Nuestra casa.
,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.