La
cita se organizo un mes antes, el padre de Julio pasaría por Madrid,
durante un día pues tenía que resolver unos papeles con su abogado.
Julio
había sufrido la separación de sus padres como un drama, alentado
por los reproches de su madre sobre el padre huidor con una
pelandusca.
Habían
quedado en la estación de autobuses.
Han
pasado dos años pero se ha echado mucha tierra encima, sin apenas
llamadas telefónicas.
Julio
descubre la llegada del autobús por las llamadas de megafonía,
tiene trece años. Su madre le ha acercado hasta allí y le espera en
una cafetería.
Julio
ha crecido en dos años y un lecho de rencor en su mirada.
-Podias
haber llegado en tren hubieras tardado menos.
-Cierto
pero el billete es más caro, no puedo permitirmelo. Confiesa Luis.
-Mañana
tengo examen y me has partido la tarde. No ha habido ni saludo ni
beso ritual. El muro se ha abierto en un frontón.
-Cada
vez haces menos por tu hijo, sin a penas mirarle.
-Desde
que me separe de tu madre las cosas han ido a peor.
-Pues
ya sabes quien es el culpable.
Las
palabras sonaban a rencor.
-Cuando
tengas dieciocho años hablaremos del porqué.
-Me
estás llamando niño.
-Ahora
no entenderías muchas cosas.
-Eso
lo dices tú.
-Si
claro yo tengo una forma de ver la vida, diferente a la tuya.
-Quieres
tomar un refresco.
-Por
supuesto que no quiero desequilibrar tu dinero.
-Nos
sentamos en aquel banco.
-Ya
te he dicho que tengo prisa.
-Me
ha alegrado hablar contigo y verte.
-No
puedo decir lo mismo.
Julio
se levanto sin despedirse, con las manos encerradas en puño metidas
en la cazadora. Luis se levanto como el perdedor de la película,
donde su papel había sido secundario, en su cara esbozo rabia.