Juan
llama por teléfono para decir que va a ir a casa de María. Pero la
respuesta es negativa, tras un pequeño balbuceo, contesta que no a
estar. Juan hace una mueca de disgusto y se despide de ella. Había
buscado el día y la fecha para encontrarse con su amiga. Incluso ha
comprado un regalo. Después de colgar nota un vació en si mismo.
Sus expectativas se han truncado. Como una catarata sus pensamientos
van contra ella, tomá la decisión de apartarla de su vida, no
quiere volver a saber de ella. Juan no tiene términos medios o es
blanco o negro, los matices no los consigue introducir en su mente.
Se
derrumba en el sillón y sigue haciendo su plan de olvido.
María
ha notado el tono de la despedida y conociendo como es. Decide
llamarle pasadas unas horas. Le dice que tenía hora en el
especialista y por ello no le pudo atender. A Juan le suena a
disculpa, pero ha tomado una decisión y se elige en ser dominante,
juega con un lenguaje de sorna bastante despectivo, como si estuviera
en una posición de poder, pero sin estarlo y sin ser. La despedida
es seca.
María
queda en una sensación de malestar, pero se siente culpable por no
haber aceptado su visita, ahora todo esta perdido, por esa posición
suya de no aceptar la visita de Juan cuando ella no la ha solicitado.
El revuelo de posiciones dominantes ha dado al traste con una
relación de amistad con posibilidad de haber sido de otra mayor, la
de pareja.
En
un despecho, Juan borra el teléfono de María, no quiere volver a
saber de ella, se siente rechazado y por tanto humillado y eso no lo
va a consentir. María también se siente victima y sigue igual.
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