Comprueba
que en la mochila lleva lo necesario para usar este día.
No
quiere que nada falte, pero tampoco llevar más peso del necesario.
Juan, sabe lo que es llevar un armario a la espalda y eso le hace
reflexionar.
Ha
elegido las cosas necesarias, las de por si acaso, las olvida.
Toma
el autobús, donde parece, otros han tenido la misma elección,
pequeños grupos se reúnen para dejar los bultos en la bodega del
transporte. Subida por el asiento asignado por el billete y a dar una
cabezada, para compensar la madrugada de cada día en la semana.
Los
continuos frenazos, por semáforos o maniobras de otros vehículos,
impiden que se lleve a cabo. La mayoría observa a través de la gran
pantalla, mientras surgen comentarios que se aúnan, en un sentir
general.
Tras
una hora llegan al destino. Todos quieren salir pronto, como si
trajeran la prisa de cada día.
El
maletero se abre, accionado desde el interior. No terminan de sacar
sus pertenencias una nube blanca, muy espesa. Rodea las calles del
municipio.. Ahora la búsqueda va hacía encontrar un bar, donde
desayunar.
Nuevamente
todos quieren ser primeros, aunque tardaran en que la niebla se
disipe. De nada vale todo aceleración pues el tiempo no tiene
cronometro.
Subir
con la misma significa perdida segura, así comenta el camarero,
existen muchos senderos. Pero el sentir general es salir, no han
venido hasta aquí par estar en un bar.
Juan
toma su mochila y va hacía la parte inferior del pueblo y toma un
camino hacía otro pueblo de la falda de la montaña. Según
desciende la niebla se va disipando. Juan no necesita ascender, por
ser el destino más preciado. Un bosquecillo de hayas, conduce hacía
un paraje muy hermoso. Vuelve la cabeza y ve la niebla pegada.
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