Curiosamente,
disponemos de cinco sentidos pero uno, tiene supremacía sobre el
resto, me refiero a la vista.
Juan,
sin embargo, da prioridad al oído. Ha tenido problemas visuales y no
es ciego pero, su audición ha sido su fuente de referencia.
Todo
ocurrió hace quince años donde unos problemas familiares,
desencadenaron un problema visual. Por lo menos fue en esa época.
La medicina lo achaco a un virus que ataco los nervios ópticos. A
partir de entonces Juan fue perdiendo capacidad visual y una tomá de
medicamentos comenzó a llenar su cuerpo.
Lo
primero que hizo Juan, fue comprar un bastón blanco, tenía pánico
a caerse, sus pasos fueron más cortos y dubitativos. Coincidió con
sus diecisiete años, lo cual trunco su juventud.
Tuvo
que aprender braile para poder leer, hasta que los libros se
tradujeron a audilibros. Se hizo más dependiente de su familia y las
salidas se redujeron.
Algunos
amigos se esforzaban en sacarle de casa e ir a tomar algo con ellos,
pero fue siendo una carga por su carácter arisco y poco agradecido.
Por
obligación sale a pasear a la calle, siempre acompañado y cuando
vuelve se refugia en la música o se abstrae.
Un
día apareció una amiga que conoció hace veinte años y fue a
saludarle, tras enterarse de su estado. Le invito a salir de casa y
dar un paseo. Hablaron de recuerdos pero siempre la cortina negra
aparecía en sus palabras. Ana se lo marco como ese estado que
trasmitía y la negativa para seguir anidado en ese sentimiento le
llevaba al estado actual.
Ana
se compromete a ayudarle para lograr ese objetivo. Algo cambia en
Juan que le lleva una sonrisa a la boca y comienza a entrar un poco
de más luz a sus apagados ojos. Un suspiro anuncia cambios.
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