lunes, 15 de enero de 2018

EL VELERO



Es por la mañana, la foto se fija en un puerto costero. Un pequeño velero es arrastrado a las rocas de la orilla. El oleaje es violento, unos amigos y yo, vemos como el único ocupante lucha por sacarle de ese atolladero al pequeño barco. El sonido del choque entre el casco y las piedras es ensordecedor y una nueva herida. Como espectadores viendo una película, allí estamos viendo un desenlace que todos sabemos. Pero la resistencia de aquel hombre por salvar a su instrumento de navegación es importante.
Cada nuevo empuje de las olas es una nueva erosión al casco, cada vez más magullado. El tripulante con su impermeable amarillo no se rinde y no quiere abandonar la nave. Los momentos de angustia siguen pero a pesar de la inestabilidad, podría alcanzar las escolleras con cierta facilidad. Un nuevo envite y el consiguiente sonido. Le hace seguir en su lucha particular.
La pintura del armazón va desapareciendo para dejar paso al color metálico del material construido.
Tenemos que volver con el recuerdo y la imagen de ese luchador y la impotencia de no poder hacer nada para ayudar a aquel hombre en su lucha personal de aferrarse a la materia, representada por su velero, sin vela desplegada. Hasta esperar que una vía de agua se produzca y la evacuación sea si o si.
El frio aire, azota la cara y salimos frustrados de no haber querido recibir nuestra ayuda. A veces la tozudez personal o el excesivo apego a nuestras pertenencias, nos llevan a situaciones irracionales.
No volveremos para ver el desenlace. Solo la fotografía del suceso y el sonido del casco al romper con las rocas quedara en nuestra memoria. El impermeable amarillo abierto para no dificultar las maniobras de los brazos, quedara en mi retina.

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