jueves, 11 de enero de 2018

LA MAÑANA




A la vez que las primeras luces iluminan los edificios. Ya están los movimientos de las personas que han madrugado, para cumplir sus obligaciones. Las farolas ya han perdido su sentido y hace unos minutos decidieron apagar su luz naranja que ha suplantado la ahora llegada.
Las primeras tiendas comienzan su apertura, mientras las cafeterías ofrecen el brebaje tan deseado en muchas personas, acompañarlo con algún producto de bollería o de una tostada, donde el sonido de las cucharillas y el vapor de la maquina de café. Dan forma al refugio de los clientes, recién levantados de sus camas.
El movimiento de coches se hace más patente, para jugar con el tiempo. Los primeros niños acompañan a sus padres a su nuevo destino. Mientras otros aprovechan a sacar a su perro para hacer sus necesidades.
Todo parece en orden y bien programado. Alguna nube cure los rayos de sol y hace estremecerse a los más frioleros. Los kioskos de periódico ofrecen su oferta de lectura o distracción para vivir en un mundo “informado”. Han dejado de tener su relevancia, que tenían en el pasado pero aguantan, en busca de sus clientes nostálgicos.
Mientras jóvenes portan bolsas que llevan su comida, para en el descanso de su trabajo, poder cubrir su alimentación.
Las conversaciones son más bajas y también, más esporádicas. Como si el cerebro tuviera que adaptarse a la nueva situación, después del letargo de descanso.
Las puertas de los colegios reciben a los chicos que tienen más ganas de contarse cosas y hasta correr hacía las puertas de entrada. Reencuentro novedoso, contrario a los movimientos de sus progenitores, que les dejaran y volverán a sus trabajos.
Las primeras obras en la calle comienzan su movimiento en busca de la averiá del suministro de agua que ha provocado una inundación.

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