Juan
se sorprende de la noticia sobre un asesinato y como el autor
mantiene durante mucho tiempo el recuerdo del acto. No ha sido
imputado por él, pero su conciencia no esta tranquila. Ha sabido
esquivar a los investigadores y se ha encontrado a salvo. Pero en su
pensamiento surge que si ha sido autor una vez lo puede hacer en más
ocasiones. Cree tener controladas las situaciones pero es difícil no
dejar un cabello en el lugar menos indicado. Como al haber cometido
el crimen puede repetirlo de nuevo y así, en una espiral ascendente
en otras ocasiones, esa magnanimidad que concede el poder, sobre los
demás, aunque sea la vida de ellos.
Juan
entiende que ese pensamiento obsesivo se produce una y otra vez en su
cabeza, con el agravante de seguir actuando. Y el juego de no ser
detenido, produce esa sensación de ser persona muy importante,
incluso los medios de comunicación dan alas para sentirse así.
Razona
que ese sentimiento de culpa va generando un odio en su interior que
le va pudriendo y llega el momento de tener que confesarse culpable
para limpiar el pensamiento tortuoso, perseguidor en cada momento de
su vida.
Como
hay errores, no controlados que facilitan el acceso a su detención y
posterior declaración. Parecido a subir una cuesta muy empinada y la
necesidad de parar, en lo alto de la misma, y tener una profunda
respiración y sentir un alivio reparador.
Quiere
comprender los motivos de su actuación pero detrás hay un numero de
cosas muy diferentes que forman la personalidad de cada persona.
Los
medios de comunicación se manifiestan como el triunfo del bien sobre
el mal y como podíamos haber sido su siguiente victima, por ello
surge el respiro, de la última cuesta, en la población en general.
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