Juan
ha elegido una alcantarilla donde fijar su residencia. El invierno es
frio y no ha conseguido encontrar otro sitio, le da privacidad y un
cierto calor que no tiene en la superficie. Tiene la suerte de ser
independiente. Una palanca para abrir la tapa que esconde entre unos
matojos y unos hierros en forma de “U” son los escalones que
preceden a un espacio de dos metros cuadrados, realizados para otro
enganche que no se produjo. El agua pasa tres metros más abajo. Esta
localizado en una urbanización que no se llego a construir por ello
goza de esa cierta intimidad de pasar desapercibido. Un saco de
dormir y ropa apilada, sirve de almohada. Unas velas le dotan de luz,
en los momentos que esta en el interior. El silencio quebrado por
avenidas de agua sucia,alternantes, dependiendo de las lluvias
caídas.
Juan
cerro su órgano olfativo. No tiene miedo por encontrarse bajo
tierra. Se ha adaptado muy bien y solo vuelve a última hora del día.
Por
la mañana unos pequeños rayos de luz entran entre los orificios de
la tapa.
Juan
se levanta y va a una fuente cercana y se lava, de cualquier bolsa
saca el desayuno y come en un banco cercano. Sale en busca de su
sustento diario pidiendo a transeúntes o gente que poseen alguna
tienda.
Hoy
se detiene frente al espejo que tiene una tienda, observa sus ropas,
tantas veces usadas. Pero al fijarse en su cabeza, ve su cabello
lacio, su boca mellada pero se fija en sus ojos, les ve mas pequeños
y la mirada le recuerda, es horrible, como puede ser. Se frota y una
vez los ojos pero descubriendo ver los de un roedor, en efecto está
visualizando: a una rata, como las pasajeras por debajo todos los
días.
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