A
Juan se le educo en un mundo de miedos, todos ellos los interiorizo y
los desarrollo como la normalidad. Nunca se paro a razonar, por ver
si tenían sentido, sino que se creyeron como un credo espiritual.
Temeroso,
no tubo amigos, pues le podían engañar y llevar a situaciones que
no eran las suyas. Solo se desarrolló en su familia, en el único
estado de seguridad. Cuando fue saliendo de su circulo de confort
solo encontró hostilidades. Terminó la escuela y encontró el
trabajo que la familia le proporciono.
Allí
cumplió su horario laboral pero apenas interactuaba con el resto de
compañeros. Se apartaba de las bromas y de las celebraciones,
siempre poniendo cualquier excusa. Por lo que se le colgó el
sambenito de bicho rarito.
Por
supuesto las mujeres no estaban en su órbita y conseguía rehuirlas.
Su deseo de ser padre era un frustración, quería enseñar a su
vástago todo lo que el sabía.
Esté
aislamiento le llevaba a desconocimiento de otras ciudades y parajes,
solo sustituidos por la visión en las cadenas de televisión.
Juan
tiene quince días de vacaciones y decide salir de su circulo e ir a
un paraje inhóspito por su climatología en otro continente. Allí
cuenta con alojamiento y manutención. Solo algunos animales,
fácilmente observables le ocupan su tiempo, como si viera un
documental.
Tanto
tiempo, consigo mismo, en un sitio tan hostil le lleva a reflexionar
sobre todo en su vida y cuestiona las bases de su manera de ser. Lo
cual crea un conflicto interno, pero comienza a olvidar el miedo. Esa
desnudez le produce una sensación de piel erizada pero
esperanzadora. Se empieza a sentir a gusto lejos de familia, ideas
preconcebidas. Como si hubiera abierto una ventana y entrara una
bocanada de aire fresco en un ambiente turbio.
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