A
Juan siempre le han llamado “el hormiga”. Es un mote que le ha
perseguido toda su vida. Comenzó con su fijación por la
contemplación de las hormigas, él era un chico bajito. Tal interés
le llevaba a buscar en las enciclopedias, de la biblioteca y también
algún libro sobre la vida de estos insectos. Hasta destrozaba los
hormigueros para ver los distintos habitáculos para contemplar los
diferentes habitáculos y poder diferenciar los diversos géneros que
allí habitaban.
Todo
su tiempo libre iba al mundo de los himenópteros. A penas jugaba con
los compañeros de colegio o del barrio. Les llevaba alimento en
torno a la boca del hormiguero y diferentes pajizas, con las
establecían las camas de las estancias.
Sus
padres observaban la inquietud de su hijo pero no le molestaban por
el gran interés que demostraba. Realizaba dibujos y se entusiasmaba
cuando descubría otra especie a las conocidas por él.
A
la pregunta de que quería ser de mayor la respuesta era clara
Entomologo. Su pasión se fue yendo a la comprensión de otros
insectos. Como las abejas, gracias a un vecino que tiene colmenas y
sabía del interés del chaval. Le llevo a ver sus colmenas y
explicarle, los diferentes secretos que significaba tener un ganado
para su aprovechamiento.
Juan
es como una esponja, se iba quedando con todas las cosas que se
contaban de ellas y buscaba el paralelismo entre ambos géneros.
Convenció
a su familia para comprarle una colmena y los utensilios necesarios.
Cada
sábado, iba con su vecino Antonio y se sentía el chico más feliz.
Su destreza y cariño en todos sus actos era tal que parecía
ejercitar un ritual.
Claro
estó le apartaba de los chicos de su edad y era motivo de mofá,
pero el seguía en su mundo, insectívoro solamente.
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