Juan
cuando sale de casa sabe donde va. No le gusta improvisar. Mientras
hay personas que salen a dar un paseo, sin rumbo fijo. Ël planifica
donde va y el tiempo que ocupara esa acción, por supuesto que falla
la mayoría de las veces porque los avatares diarios así lo
gestionan.
Pero
Juan se aferra a su manera de ser, piensa que sino lo hace de esta
manera, deja de ser él mismo.
Esta
tarde, cuando va ha hacer la compra, le suena el teléfono y le
informa de un deceso de un compañero. La noticia de una una muerte
de alguien cercano descoloca a cualquiera pero lo vive de una manera
más intensa, acaban de descolocar sus planes. Termina las compras y
va hacía el tanatorio. Según va camino ve a un grupo de chicos que
cantan a voz en grito en torno a un banco de un parque. Le parece una
desfachatez el hecho de cantar mientras otras personas están
muriendo. Sus pensamientos se vuelven irracionales.
Entra
en el edificio y busca la sala donde estará la familia de su
compañero. Primera planta sala once, es la respuesta del informador.
La
sala esta vaciá, vuelve a consultar y le indica que llegara en una
media hora. Tomá asiento y dirige la vista hacía ninguna parte.
Consulta
el reloj y pasa una hora. Nadie aparece allí. Nueva vuelta al
mostrador de información. Otra persona atiende ahora, da el nombre y
busca en el ordenador y contesta: sala once, segundo piso. Una queja
por la mala información recibida y toma el ascensor. Al salir por la
derecha encuentra a compañeros que se van informando de lo que
saben.
Da
el pésame a su mujer y a los dos hijos, sale del edificio. Se topa
con su jefe aplazando la salida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.