El
día abrió como el anterior. Algunas rachas de viento barren las
hojas, indicadoras de la estación en que nos encontramos.
Juan
abrocha la cremallera de su cazadora y sale con paso firme. Hoy no es
un día de trabajo pero tiene que solucionar unas cuestiones
favorables.
Según
camina hacía el metro va pensando la estrategia de comportamiento
con su familia, analizando las diferentes posibilidades. El viento no
consigue disiparlas en su interior, al contrario encuentra más
incertidumbre con lo que pueda ocurrir. Se van a juntar varios
miembros para dilucidar una herencia, pendiente de recibir. Cada uno
lleva un interés sobre la misma y por supuesto las intenciones son
muy diferentes, donde las parejas de los hijos, juegan un papel
decisorio, por tanto ajeno al espíritu de la familia. La madre, aun
presente intentara llegar a un acuerdo general, pero por su edad y
sus olvidos representa poco, solo el valor simbólico.
Juan
es el único que permanece soltero, por ello es el que permanece más
independiente de la reunión. No tiene ninguna intención de luchar,
pero sabe que sus sobrinos también formaran parte. Quizás sea la
última reunión familiar.
Casi
no quiere llegar pero no puede eludir la misma.
Nada
más llegar a la casa de la madre el ambiente es frio, ya han debido
iniciar preámbulos y se disponen las posiciones enfrentadas. Los
besos suenan a roce y los apretones de mano duran el equivalente a
medio segundo. La reunión es en el salón se han traído todos los
útiles de ser usados como sillas.
Juan
elige la posición más cercana a la ventana, para poder desplazar la
vista en algún momento de tensión, posible producto lógico.
Por
fin el hermano mayor enfoca la situación. Los brazos y piernas
comienzan el cierre automático, evidenciando las antagónicas
posturas.
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