Juan
llega a la nueva ciudad. En su bolsa el dinero encontrado y muchas
ilusiones. Se dirige al servicio y cuelga la bolsa del picaporte. No
tarda ni cinco minutos y la bolsa desaparece.
Sale
para ver si ve quien la lleva, pero hay mucha gente y no la ve.
Cualquier persona entendería el gran problema surgido. No tiene nada
más que lo puesto. El bolsillo interior guarda el dinero encontrado.
Pero le ha valido para salir de su rutina a un nuevo sitio,
desconocido. En el anterior destino tenia su saco y su manta y un
lugar donde dormir, pero sin condiciones. Sabe que las cosas van y
vienen por ello no se aferra a nada, ni siquiera al lugar para pasar
la noche.
La
primera persona que encuentra, Luis, le cuenta su caso y le oferta a
ir a su casa. Tiene espacio suficiente y hasta puede conseguirle un
trabajo en la fabrica donde trabaja.
Juan
no se lo cree. Tendrá techo y la posibilidad de integrarse en la
ciudad. Agradece a Luis su oferta.
Lo
primero sera comprar objetos de higiene personal y ropa de recambio.
Hablan durante mucho tiempo, contando experiencias. Mientras van
elaborando la cena.
Juan
había olvidado como hacerla. Pero reflexiona y pregunta: ¿Como has
aceptado a un desconocido en tu casa y le compras lo necesario para
seguir viviendo?
La
respuesta la tienes en la persona que dejo esa cartera, con dinero en
su interior entre la manta y tu saco. Te ha permitido venir hasta
aquí, ahora me toca a mi seguir con esa obra iniciada. Y tu sentirás
que ayudaras a otra u otras personas con ese mismo objetivo. Yo tengo
la suerte de poder ofrecer mi casa, mi comida y mi dinero. Que en
realidad no son míos. Responde Luis.
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