martes, 14 de noviembre de 2017

EL VIAJE DE JUAN





Juan llega, a lo que parece ser, el centro de la ciudad. La orografía modifica el crecimiento que ha tenido desde sus orígenes en torno al río, dividiendo en dos partes y con la limitación de la colina donde se asienta el castillo, morada del señor que era el propietario de la zona.
Diferentes placas quieren indicar la historia de la población. Como un signo de dotar su característica propia.
El idioma es desconocido para Juan, pero siempre encuentra la manera de encontrar lo que busca. Afortunadamente los grandes edificios están en el exterior dejando la almendra central para organismos oficiales y sitios turísticos. Donde permiten perderse en su interior. La actividad es grande a primera hora de la mañana. Los habitantes llevan un ciclo solar, disminuyendo su actividad en torno a las cinco de la tarde, que marca una nueva fase del día.
Juan acostumbrado a una vida, donde todas las horas del día tienen sus aspectos. Se siente marginado. Ha intentado adaptarse a este ritmo pero tras la comida, le entra el sopor que compensa con una siesta, con lo que al volver a tomar la actividad se encuentra con el muro horario que modifica la actividad de la ciudad.
El río es cruzado por muchos puentes que tratan de esconder la frontera entre los dos lados, y se competía por construir el puente mas hermoso, contrastado con las pasarelas mas modestas, casi queriendo ocultar que él ha sido el principio de la misma.
Parece como si de sus orillas se aprovechara a sacar pequeños jardines, llenos de belleza, tal como maceteros en una casa.
La humedad, condiciona las ropas de abrigo incluso en el verano, donde los rayos se atreven a ser más fuertes.
Juan disminuye el paso, queriendo disfrutar de la vida en este precioso lugar.

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