Mario
siempre encuentra la justificación para llevar, siempre, una mochila
en la espalda. Con ella recorre la ciudad, buscando sitios donde la
comida esta más barata, compra, específicamente, ese articulo y lo
incorpora a su espalda. Una comunicación de autobuses le llevara a
casa, un poco más descansado de su periplo por la ciudad.
Llega
a casa y comienza el desempaquetado de artículos. Se ha hecho amigo
de la olla a presión y consigue realizar comidas que antes no se
atrevía. La jubilación le ha permitido la realización de su
comida, evitando comer fuera de casa.
Es
curioso su nombre, Mario, sus padres pensaron siempre que tendrían
una niña, a la que llamarían María, sin embargo apareció un varón
y solo variaron la última vocal para seguir con el espíritu que
tenían. Por supuesto, se deshicieron de la ropa femenina para
reincorporar la del chico, pero en su comunicación con él, aparecía
María. Hasta adaptarse a la realidad. Psicologicamente, Mario,
creció en una ambivalencia sexual, para reafirmarse en su condición
masculina rechazaba a las mujeres. Llego a casarse y hasta tener una
hija, pero el matrimonio fue a pique en las primeras de cambio. Él se
hizo cargo de la pequeña. Y asumió las facetas de padre y madre.
Curiosamente la ambivalencia de los dos sexos.
Los
avatares de la vida le llevaron a retomar contacto con su antigua
mujer y la relación fue fructífera de dos solitarios, sin volver
llegar a la convivencia. Su hija logro un equilibrio perdido. Y
siguió aprendiendo de un padre mayor y lleno de excentricidades, a
los ojos de las demás personas.
Su
eterna búsqueda era una interior, sin saber ubicar en un plano que
no parecía el propio. Aunque si era el suyo, sin lugar a dudas,
Mario sigue con su mochila portadora.
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