Como
siempre Ana pone generalidades a las cosas, con el objetivo de criminalizar los
actos, como la gente roba, siempre esconden cosas. Al hablar de tantas personas
llena su confirmación como pensante cuerda.
Pero
Ana se olvida que si actúa de esta manera tiende a confundirse, como la famosa
de que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo y solo parasitan de
nuestro nivel alcanzado, curiosamente se olvida que gracias a esa mano de obra
barata se pueden construir muchas cosas y se pueden limpiar muchos rincones que
nosotros no nos atrevemos a hacerlo.
Ana
confiesa que no es xenófoba pero la obligan a pensar así. Con generalidades
tapa carencias internas en interés del bien común. Su encuentro con su amigo
Juan es un lugar de desencuentros donde tratan de decidir como sus pensamientos
son los mejores por tanto los otros están en un error.
Ana
ha ido tomando estas decisiones, según la vida la ha empujado, según sus
palabras, por tanto, sabe lo que dice. No son argumentos que le han dicho otras
personas. Llega a la intolerancia de renunciar a su amistad con Juan, porque es
uno más en el círculo de tontos.
Ana
presume de tener muchos conocidos, pero cada vez menos amigos. Aunque su
carácter es bueno, existen gestos que denotan no aprobar a la persona que tiene
delante.
Juan
se ha cansado de tener que rebatir argumentos que lo único que se consigue es
un alejamiento entre ellos, pero hay que tomar una solución a este intento de
diferenciación y por tanto que no se tienen cosas en común, ni siquiera gustos.
Quedan
para verse y quieren hablar, pero Ana quiere decir una y otra vez lo que les
separa. Juan le pide que vea lo que les une, pero no se quiere ver así.
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