Juan
disfruta de poseer una nave, se lo va contando a todo el mundo, no da detalles
pero despierta una cierta envidia en las personas a las que les comunica.
Un
hombre que siempre ha estado con su trabajo manual que de pronto se compra una
nave. Quizás ha dado un toque de prestigio a su vida, la cual se ha llenado de
ocupar todo su tiempo, en búsqueda de conseguir más dinero, para no tener que
necesitar nada más al jubilarse. Con este fin ha ignorado sábados, domingos y
festivos, por supuesto que las vacaciones no sabe lo que son para él, si acaso,
su mujer y sus hijos han ido al pueblo materno, donde no tener que gastar
mucho, solo la alimentación, que es lo mismo que cuando se encuentran en casa.
Juan
admira a las hormigas y sin embargo, ve cigarras por todos los lados, como si
fueran seres parasitarios y por tanto detestables. Su ética es el trabajo y
este te permite obtener un dinero que te puede hacer feliz. Esta dinámica es la
que llena su vida y es por tanto su religión.
Físicamente
ha tenido suerte y su cuerpo no le ha infligido muchas molestias, pero el paso
del tiempo va marcando y sus ojos comienzan a resentirse, sus oídos también y
las articulaciones ya no giran de la misma manera.
Caminando
a realizar un aviso se encuentra con su
amigo Alberto.
-No
sabía que te gustara el mar, si nunca has ido.
-Pues
claro que no me gusta.
-Como
me han dicho que te has comprado una nave, nunca lo entenderé.
-Si,
pero es una nave industrial, para meter todas las herramientas y los materiales
que me hacen falta, El almacén que tenía, se me ha quedado pequeño y me surgió
esta oportunidad.
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