El dialogo de sordos se abre
cuando dos posiciones enfrentadas, comienzan a tener posiciones que se prevé
enfrentadas.
Entonces nuestro conducto
auditivo se formara un tapón que impide la audición con el interlocutor.
Entonces se eleva el tono de voz, se empieza a gesticular como ocurre con las
personas que padecen la sordera, mueven sus manos como queriéndose hacer
entender. Cosa difícil cuando no hay voluntad de entendimiento. Cada vez se
levanta más la voz y la oreja como consecuencia, se cierra más.
Solamente se reanudara, el
dialogo, cuando una de las dos personas tenga la voluntad de bajar la tensión
en la escena que está producida, solo entonces se recupera la comunicación. Y
solo entonces surge el lado humano, donde podemos aprender y expresar como nos
encontramos.
Juan con Ana se encuentra en esta misma posición. Hasta
que Ana, con su pasado de discusiones en la familia, ha aprendido como
modificar las situaciones y las rebaja de tensión de tal manera, que Juan
reconoce el empecinamiento que ha tenido y desemboca en un desencuentro, todo
con des.
Juan entiende pero a veces se
deja llevar, con lo que ve en su alrededor. Por supuesto, que no es un gran
aprendizaje, pero le hace reaccionar como sus conocidos y amigos.
Ana si ha aprendido de su pasado,
en el que su familia se gritaba con bastante frecuencia. Era, la casa, como una
jaula de grillos, donde se oye ruido pero no palabras. Donde los vecinos les rehuían
como seres apestados, que no sabían comportarse en sociedad. Vivió su infancia
y adolescencia en una vida, que a ella, no le gustaba. Y por ello lucho, para
que la inercía no le llevara a situaciones de su pasado, en las que se sintió
infeliz y rechazada. La desvalorización era moneda de cambio.
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