Juan y Antonio estaban hablando sobre uno de los tabúes
de la vida, sobre la muerte.
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La verdad es que es una angustia pensar que después
de la vida no habrá nada, da un cierto vértigo. Comenta Juan.
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Si, pero puede producir angustia, también, el saber que tras el paso de esta vida llega
una vida eterna de encontrarse en las mieles del cielo o en los fuegos del
infierno. Subraya Antonio.
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Yo siempre he creído que lo más importante, es
lo que hacemos en esta vida y como la sentimos. Más que especular con que pasara, una vez muerto el
cuerpo físico, que ocurre con nuestra alma.
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Creo que llevas razón, mientras pensamos en que
puede ser en el más allá, nos despreocupamos del más acá. Despreciamos el aquí
y el ahora. Es tiempo que invirtamos los términos. Nos preocupa mucho el paso
del tiempo y sin embargo perdemos, el mismo, simplemente, imaginando las
representaciones que otras personas nos han dicho. Empleamos montones de horas
en recopilar las mismas e imaginar como puede ser. Sin darnos cuenta de la
pared que tenemos en frente o el árbol, o la persona que pasa a nuestro lado, o
el pájaro que picotea las miguitas de la acera, o de oler o de oír o de sentir
todas esas cosas que están ahí y forman parte de nuestra vida.
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Si; Juan, estoy de acuerdo contigo, aunque me da
rabia el pensar como nos podemos dejar llevar por un sentimiento que no es el
nuestro, sino que hemos adoptado sin llegar a razonarlo del el corazón, no de
la lógica, científica.
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Quizás ese sea el camino a seguir, abandonar los
cauces “normales” y experimentar con los otros canales, sin que ello te haga
perder la realidad díaria
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