Juan y Ana comparten vida desde
hace dos décadas, en este tiempo han sentido cosas muy diferentes, tanto para
bien como para mal.
Juntos han vivido el
fallecimiento de seres queridos. Nacimientos de personas, también amadas.
Sin sabores por posiciones encontradas.
Pero su balance se puede totalizar como positivo. Eso hace que su vida se
llene. Pero hay momentos, de rutina que se baja la guardia y como una caja que
se abre, aparecen fantasmas y lógicamente no te gusta vivir con fantasmas o
situaciones de rechazo. Son esos momentos lo que hay que controlar para igual
que aparecen desaparezcan. Entienden que tienen que tener una llave que
desconecte cuando se genera esta rutina.
Juan y Ana dan vueltas y su
planteamiento es elegir una palabra neutra que, tras un acuerdo, rompa el
momento de crisis.
Juan propone la palabra “llave”.
Ana no le suena bien, pero entiende que tiene que ser neutra para no desbaratar
emociones y que una vez asumida por los dos, comienza a tener su poder, valido,
exclusivamente para el entorno de ambos.
Aceptan y la escriben, con unos
lapiceros de colores comienzan a darle el color que han elegido y pintan unas
estrellas en torno a ella, como motivo de realce.
Ana dice que parecen niños, pero
en realidad lo que están haciendo es un contrato con el valor que ellos le
quieren dar, por supuesto sin valor jurídico, cada uno recibe una copia firmada
por ellos.
El acto que han expresado, les
resonara en la medida que lo mantengan vivo, sino será, como la planta que sin
atención y sin la luz necesaria, perecerá.
Tan orgullosos están, que piden
hacer una celebración. Así lo hacen y salen a cenar, al sitio que tantas veces
les ha reunido. Lo extraordinario esta en las cosas ordinarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.