Cuando llegas a la fila de espera
tienes un sentimiento de perdida de tiempo. Hoy existen otras maneras de
solucionar esto.
En realidad, pasas de una cola a
otra para culminar en una última. Ha habido suerte porque solo has tenido que
repetir la misma historia a tres personas diferentes, a veces, han sido hasta
siete, donde das las respuestas estereotipadas sin pensar lo que te han
preguntado, sino que tu mismo aportas el estimulo que has creado. Te empiezas a
sentir torpe y te defiendes explicando que ya lo habías narrado a los
anteriores. Con la respuesta de ya pero yo no soy adivino, tiene que volvérmelo
a contar de nuevo. Como consecuencia se empiezan a olvidar detalles relevantes
necesarios. Unas personas leen el diario gratuito recogido en la boca del
metro, otros miran sus móviles en busca de algo o simplemente juegan con él,
hasta que llega su turno. Otros miran sin ver, mientras hay alternancia de
piernas para recoger el peso del cuerpo, por turnos. También se busca el apoyo
en paredes o columnas. Tarea más difícil por la distribución de las mesas de
recepción.
El culminar la mesa final se
tiene una sensación de triunfo, del deber cumplido. Se contempla con la mirada
al reloj, para ver la cantidad de tiempo empleado y la sensación de tiempo
perdido, lo cual, crea una marcada frustración, sin haber tenido la misma,
viendo un programa de cualquier cosa en la televisión.
Entonces nos acordamos del valor
del tiempo y de las acciones que realizamos en nuestra vida, como una vida
finita y la comparamos con el dinero que se malgasta, obteniendo objetos que
apenas los utilizaremos. Da un sentido de derroche y malgastar nuestro más
preciada vida. Analogía.
Pero no aprendemos la lección y
volvemos a hacer lo mismo.
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