martes, 12 de julio de 2016

LA PARTIDA DE CARTAS




Juan sale a echar su partida de cartas, que se produce a la misma hora, con los mismos componentes y en el mismo bar.
Ya parecen la decoración del local de siete a nueve, en la última mesa junto a la ventana, se reúnen los cuatro amigos.
El tono siempre es el mismo, las sonrisas que esconden mil cosas y el tapete verde que piden a Pepe, el dueño del bar, que entre vez y cuando, siempre que no haya clientes se acerca a ver como va yendo las cartas.
El resultado final siempre lleva a pagar la consumición realizada. Y aunque el juego sea de envite, tienen la norma de no pasar de ahí.
Entre juego y juego siempre hay momentos para comentar cualquier cosa que les preocupa o desconocen. Siempre hay algún espectador que tomara el relevo a cualquiera que tenga que dejar el juego o no pueda venir. Cosa que no ocurre con casi ninguna frecuencia, pues para ellos son dos horas casi sagradas de lunes a viernes. El fin de semana se dedica a la familia y entender que ocurre en ese tiempo que ellos no están, ni en el trabajo ni en la hora del juego.
Pepe ha cambiado los paños donde se disputa la batalle de naipes, y es recriminado porque los otros estaban bien.

Pero surge el problema este año ha decidido cerrar tres semanas para irse de vacaciones con su familia y aprovechar para que los pintores den una mano a las paredes y techo. Empiezan a ver como van a solucionar la falta de espacio de reunión. Pepe teme que vayan a otro bar y pierda esa clientela adicta a su espacio. Y se llega a plantear si tomar ese asueto con su familia o dejarlo, como está. Pobre dilema tiene.

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