Juan tiene unos agujeros negros
que son pozos sin luz ni ventilación, oscuros modificadores de su realidad. Curiosamente
son reflejo de su pasado, ocurridos pero no superados. Determinantes en sus
conductas actuales, en su forma de ser y su futuro.
Juan, si se dirige a uno de
ellos, le produce vértigo con lo cual trata de evitarlos y de asomarse al
borde. Un desasosiego y una angustia hacen que los vaya aparcando y vuelva a
abrir nuevos.
El problema surge cuando se
mantiene sin resolver o cerrar o cicatrizar genera una sensación del trabajo no
realizado, desordenado. Esto crea un desequilibrio que manifiesta una
personalidad inestable.
Juan no lo comenta con nadie pues
sabe que es él quien tiene que resolver, pero como no ha sabido resolver el
primero a generado otros y esto ya si crea un problema mayor. Genera ansiedad y
angustia.
Juan cree que lo puede hacer pero
como un camino con hoyos, sino caes en el primero lo harás en el siguiente pero
la consecuencia siempre será la misma. Estar en el suelo manchado de barro, al
conseguir levantarse llega un rechazo a la imagen que das a ti y a los demás. Con
ello se engorda la carga haciendo una tarea mas penosa.
En el fondo reconocer que no se
puede, significa un síntoma de debilidad y la pescadilla que se muerde la cola
entra en escena. Por supuesto destructiva.
Sigue sin pedir ayuda y como consecuencia
se hace más grande, más difícil de tapar o reparar.
En el fondo Juan no sabe que es
la única persona que puede solucionarlo es él, pero como lo ha intentado no ha
podido, siempre quedan más métodos para hacerlo y por ello aquí ya si necesita
la ayuda de alguien para poder reparar los desajustes producidos dentro.
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