Juan tiene un defecto, el de
tener cosas o dinero. Esto le lleva a un estado irracional de las cosas. Afortunadamente
tiene una casa grande, pero vive en la escasez. Esta casado con Ana,
curiosamente, ella si vivió en la carencia de cosas. Pero esta conciencia
impregna su vida.
Cualquier cosa tiene un valor,
por ello no puede ser desechado para si en un futuro, pudiera ser utilizado.
Sin llegar a ser el síndrome de Diógenes,
aquel que acumula cosas. Pero la situación es la misma el llenarse de cosas
puede reducir tu espacio y por tanto sentirse agobiado. Curiosamente hay
situaciones en las que se requiere un objeto pero no llega la memoria a
encontrarlo en la estantería del fondo, abajo a la derecha.
La despensa llega a límites de
compra irracional, donde los productos, acumulados, caducan y deben ser
enviados a la basura. Pero era una oferta tan irresistible que como se iba a
dejar pasar, sin hacerse con ella.
Su razonamiento justifica
cualquier acto acumulativo.
Juan y Ana actúan al unísono,
aunque existan diferencias entre ellos. Tienen la suerte de poder adquirir
cosas, pero solo materia, en el resto hay un gran vació difícil de llenar.
Llegado el tiempo de Navidad se
invierte gran cantidad de dinero para poder tener más cosas. El síndrome de la ausencia
se ha aunado a su forma de vida.
No siempre, en la vida el viento
es de costado, una mala planificación les lleva a tener que desprenderse hasta
de la casa. Tienen que buscar un piso en alquiler y por supuesto de pocos
metros. Juan sufre ataques de ansiedad pero es ayudada por su mujer, que ya conoció la experiencia del no tener.
Poco a poco se desprenden de lo
que poseen y llegan a querer solo lo que tienen.
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