Un argumento siempre buscado ha
sido encontrar un libro donde se descubren las claves para cambiar el mundo. El
material impreso ha sido como el contenedor del saber humano. Ha habido gente
iniciada con el conocimiento necesario, para llevarlo a cabo. Lo peor es que el
lenguaje es hermético, no accesible a una simple lectura, con lo cual, el
trabajo se multiplica, pues hay que buscar a la persona hábil para descifrar el
contenido.
El agua es agua pero dependiendo
de la interpretación puede ser una u otra cosa y dependiendo, por tanto del
interpretante, no se erija como sumo sacerdote dotado de poder.
La evolución del mundo ha sido
conducida por todas estas personas que llevan a la humanidad de un lado a otro,
incluso a la autodestrucción. Pero siempre con los beneficios personales del
personaje líder.
Todo esta a la vista, de todos, para
ser utilizado, solamente nuestras mentes modifican la construcción de una
historia que de sentido a lo expresado o recibido.
En la época tecnológica, suena
raro lo de los libros, como medio de transmisión del saber, pero hasta hace muy
pocos años ha sucedido así. Es ahora cuando el abanico se ha abierto y mostrado
todas sus varillas, que dan una imagen mayor, de lo pintado sobre ellas. Se
muestran montones de opiniones, como siempre pronunciadas con diferentes
criterios. Donde entre tanta paja hay que saber buscar la esencia. No es que la
información sea mala, sino saber discriminar entre tantos artículos o mensajes.
Ahora no hace falta emprender grandes viajes, dotadas de un cierto riesgo. Simplemente
acotar los campos de búsqueda y saber elegir entre tanto material superfluo, con
un criterio de discriminación.
Ahora es cuestión de encontrar
los matices para que tanta versión sea la que necesitas. Labor rauda y no
siempre fácil.
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