La unión de personas extrañas es
posible en situaciones anormales. Juan ha leído mucho sobre esto, pero le
resulta difícil llegar a creérselo. Piensa que las fronteras personales o ideológicas
son tan fuertes, que impiden la relación con otros.
Pero hoy es domingo ha ido a un
centro comercial con varias plantas, toma el ascensor para ir a la última,
parece como si es la hora de venida a hacer las compras y otras cinco personas
entran con él. La unanimidad parece que opta por la planta elegida por él. Por
ello comprueban el botón asignado y se distribuyen por la caja del ascensor. Todos van solos, la vestimenta declara la
posición de cada uno. Pero hay espacio suficiente para tener su propio
territorio.
Según inicia la ascensión comienza
a tener unos tirones que disparan los primeros comentarios. Se detiene y se
apaga la luz, a la vez se ilumina la de emergencia. Los seis buscan el botón de
alarma. Pero es Juan el que esta más cerca el autor de la pulsación sobre el
botón rojo con una campanita.
Una mujer comienza a decir el
agobio que le dan los ascensores. Otro destaca la edad del mismo y como no le
han cambiado. Otro esgrime razones económicas. Juan sigue pulsando el botón
hasta que sale la voz de una persona para pedirles calma e informarles que
acaban de avisar al personal de mantenimiento.
Los minutos y la impaciencia
suben. Juan opta por sentarse en el suelo, es el único que lleva pantalones vaqueros
raídos. Recoge sus piernas para dejar espacio a sus vecinos. Pasa el tiempo y
toman la misma postura mientras siguen pulsando el comunicador. Nuevas palabras
de calma. Pero ya el nerviosismo crece la mujer comienza a hiperventilar y
tratan de calmarla. Es domingo y poco personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.