Que
extraño es ir a un sitio por una cosa y volver con las manos vaciás.
Estamos acostumbrados que si queremos algo solo es cuestión de ir a
por ello, sino lo encontráramos en ese sitio solo es cuestión de ir
a otro establecimiento para llegar a casa o nuestro destino, con lo
que pretendemos. Solo es necesario tener el dinero suficiente, para
poderlo conseguir. Así se hace que nuestra personalidad se sienta
poderosa, que seamos capaces de lograr nuestros sueños, por
supuesto, consumistas. Los otros no se pueden conseguir con el mismo.
Pero
seguimos empecinados en que lo importante es poseer, tener. Si
tenemos que hacer un viaje, andando, miraremos muy mucho lo que
introducimos en nuestra mochila pues un poco de peso según van
pasando los kilómetros, se convierte en algo indeseable. Nuestra
primera impresión es meter un montón de cosas, “por si”,
necesitamos tantas cosas que nos obliga a quedarnos y renunciar al
viaje, donde el motor, que eres tu, por uno mas cómodo, en el que
podemos llenarnos de tantas necesidades para llegar a tener todo lo
que nos pueda proporcionar bienestar.
Después
de volver con nuestro objetivo, por el que salimos de casa, nuestra
cara sigue teniendo ese gesto serio de preocupación, con el que
salimos. No ha cambiado nada a pesar de llevar lo que ¿necesitábamos?
Los
reportajes, que se nos ofrecen, de países donde, la escasez, es un
dominante de la vida de muchas personas, la gente sonríe, y no por
acumular cosas inútiles, sino por la forma de entender la vida.
¿Seria interesante ir a aprender otra manera de entender la misma?
Pero al volver, la capacidad canibalista, de nuestra sociedad, nos
reconducirá al rebaño, del que nunca nos debimos de separar. Hay
cosas que es mejor no entender, o ¿quizás si?
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