Juan
planeo un viaje con un amigo, van a otro país. Solo tienen tres
días. Todas las ciudades cuentan con muchos recovecos que ver, y en
la periferia suelen encontrarse otros tantos puntos turísticos. Pero
Daniel le gusta ver el mayor numero de cosas posibles, ya que no
siempre se puede llegar hasta allí.
Juan
es una persona bastante tranquila, pero no suele saber decir que no.
Su pensamiento es que si utiliza el monosilábico, hará una
confrontación con su amigo, cosa que trata de evitar a toda costa.
El
nerviosismo de Daniel arrastra a cualquier persona que este cerca de
él. En el aeropuerto no consigue encontrar los billetes que están
en su libro de lectura, los tiene en su mano sin darse cuenta y busca
en todos los bolsillos de la bolsa de viaje. El problema se resuelve
al caer el libro y con el salen los mismos.
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Creo que tenemos tres días para disfrutar de la ciudad que vamos a
visitar, debemos disfrutar lentamente su pulso. Si queremos ver
muchas cosas, disfrutaremos muy poco, terminaremos cansados y un poco
frustrados por no haber visto más cosas. Le comenta Juan.
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Si pero es una pena no ver un montón de cosas que están ahí.
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Lo importante no es sumar sino disfrutar lo que vemos, si lo hacemos
corriendo, perderemos el sentir de donde estemos.
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Ya, Juan, pero me resulta difícil pensar de esa manera, pues pienso
que no logramos los objetivos.
-
Pero a quien hay que mostrar esos objetivos, piensa que son para
nosotros, no tenemos que rendir cuentas a nadie. Un paseo sin prisa
es suficiente para impregnarnos de todo lo que nos rodea. El corazón
tiene que seguir llevando su ritmo acompasado y dejando paso a unos
pulmones que recogen olores.
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