Juan
llegá a la estación de tren, una estación siempre es un punto de
llegada o de partida, se acompaña de bolsas o pertenencias que se
quiere llegar consigo, pretendiendo reunir lo necesario donde se
llega, siempre es comparable con la inseguridad y se se meten cosas
“por si”. Juan ha llenado la bolsa de cosas, aunque es un fin de
semana.
Es
viernes, uno de los días que mas se busca la escapada de la rutina,
por ello la afluencia de personas es mayor. Algunos han malcomido,
Juan ha optado por comer un bocadillo, ha salido del trabajo y cuatro
horas le distancian de su destino. Al ser otoño, llegara de noche,
pero eso es igual.
Los
paneles informativos informan la distribución, de vías y horarios.
El suyo en concreto sale del anden tres y falta media hora, se dirige
hacía el mismo y espera la cola para ascender a los diferentes
vagones, delante de él hay una señora entrada en años que le pide
ayuda para subir la maleta. Juan se ofrece gustoso y busca el asiento
de ella, que curiosamente es el de al lado suyo, sube los equipajes
arriba y toma asiento junto a Elisa que se presenta. Juan iba a sacar
su libro, pero le da que poco va a poder leer. Colocan los abrigos y
comienza la charla. Curiosamente es con una persona que es un
portento de sabiduría, que puede hablar con ella de cualquier tema y
la respuesta tiene una lucidez impresionante. Como alumno toma
posición de escucha y solo limita sus intervenciones para consultar
sobre nuevos temas. Los altavoces indican la próxima llegada a su
destino. Así que toca hacer el proceso inverso, para ir a la puerta
de salida. Descienden, pero Juan se encuentra mas rico, personal y
emocionalmente. Suerte.
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