Juan
es un hombre talla mediana, pelo canoso y una cara delgada, pómulos
marcados por su delgadez.
Un
buen día eligió, un banco junto al paseo del parque, se sentó y
comenzó a decir algo a todas las personas que por allí pasaban, lo
que hacía no pasar desapercibido. Todo lo que dice es en plan
positivo. Normalmente, la gente que pasea por un parque no tiene
mucha prisa, lo cual lleva, a un inicio de dialogo, no se evite.
Curiosamente
la gente lleva un semblante serio, por la calle, como preocupado.
Cuando una persona como Juan dice un comentario positivo, de momento
la careta se cae y se recibe bien, salvo quien ni siquiera vuelve la
cara y sigue en su mundo, pero es cierto que suelen ser pocas
personas.
Ha
conseguido que uno de los motivos de ir al parque es encontrarse con
Juan e iniciar una conversación, que lleva a un tema que él, ha
preparado para debatir, cada día.
Consigue
ser una parte mas del parque. No suele comentar mucho sobre él. Y
solo suele faltar los días de lluvia o de mucho frió.
Su
buen humor contagia y no es obstáculo para evitarlo.
Los
paseantes de perros también se aproximan y participan en los
diálogos. Alguien propone juntarse en algún local para poder
extenderse en las tertulias. Juan dice que encuentren el lugar y lo
harán, pero por otro lado, sabe que la frescura de la nueva gente
que pasea, se perderá y se reducirá a un grupo limitado. Él tiene
tiempo lo puede hacer, por ello puede simultanear las dos cosas. Con
lo cual el abanico se abre, sabe que uno de los problemas que existen
es precisamente la comunicación, y se encuentra fuerte para hacerlo.
Curiosamente, el pequeño Juan es un líder.
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