Las imágenes siempre proyectan
una realidad, pero desde otra perspectiva. Un edificio que se muestra fijo,
inamovible, reflejado en un lago consigue cobrar vida si el agua produce ondas,
por ello lo deforma y le da una sensación de bailes, con la única música de los
coches circundantes o las frases más altas que otras. También algún pájaro
colabora, rompiendo la uniformidad impuesta por las estructuras fijas. La caída
de una simple hoja mueve el agua estática y hace un balanceo que se propaga
hasta la otra orilla, ayudada por el viento, produce la distorsión de lo que
parece estático.
A veces nuestros pensamientos se
parecen mucho a esta situación, ese gran mamotreto que alberga oficinas y
viviendas, es tan grande como un pensamiento que entra en nuestra cabeza y se
aloja como un gran problema, pues su magnitud, que hemos dado, es tan grande
que empieza a inflamar nuestro cerebro, con el consiguiente dolor.
Si conseguimos verlo desde otro
punto de vista, deja de tener la apariencia que tenía. Y hasta puede resultar cómico.
Como cuando nos miramos en los espejos cóncavos o convexos. Donde la realidad
se deforma para aparecer grotescos por ello de risa, símbolo de liberación
interior. Cuando los problemas dejan de tener la seriedad que tienen, pierden
la misma si podemos reírnos. Ya la situación cambia.
En el baile de gala, todo el
mundo ha cuidado hasta el último detalle, pero aparece un payaso. Todo el mundo
desprecia su aparición en este lugar, pero también hay quien reflexiona si no
se han disfrazado como el anterior. A toda costa se quiere echar al intruso que
cuestiona el objeto argumentando su posición de protagonista. Acaso cada
asistente no quiere ser el protagonista cuidando hasta los menores detalles.
Reflejos, imágenes son resultado de
nuestra manera de ver.
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