Una voz suena más alta que otra,
por ello se rompe el silencio del autobús, las miradas del resto de pasajeros
quieren ubicar quien son los autores. Ella esta reprochando actos que no le
gustan, pero su tono va subiendo para hacer participes al resto de personas.
Humillado el hombre abandona el
autobús, mientras ella sigue esgrimiendo su verdad.
Una vez ha bajado espera la
llegada del siguiente transporte. Mientras comprueba que su mujer se ha bajado
en la siguiente parada y se dirige hacía la suya.
Juan no quiere discutir, el
desencuentro parece que tiene argumentos pasados. Espera a que llegue Elvira y
poder ir a hablar a un sitio tranquilo, donde no sea necesario tener a
espectadores, que les da igual sus vidas.
Desde veinte metros antes Elvira
vuelve a gritar cosas.
Juan trata de tranquilizarla
diciendo que lo que a ellos les sucede es un problema de ambos, a nadie le hace
falta el chismorreo.
Elvira se encuentra ofendida y
por ello busca la complicidad de otras personas, para reafirmarse y demostrar a
Juan que está equivocado.
Por fin van al banco de un parque
y allí le explica, con voz pausada, su proceder. En cuanto Elvira alza la voz
Juan le dice que así no arreglaran nada, al contrario cada uno se enrocara en
su postura y no saldar nada nuevo.
Elvira se siente herida, pero
Juan trata de allanar el surco entre ambos y evitar que se haga una zanja
profunda que termine en la realización de un foso, imposible de soportar.
Juan sabe que sus percepciones
son diferentes. Ella es arrebatada y visceral, mientras él no tiene la
necesidad de la prisa. Cosa que exaspera a Elvira, que quiere todo ya. Cuando
se conocieron ya sintieron sus diferencias. Pero las utilizaron como un complemento.
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