jueves, 10 de noviembre de 2016

LOS OJOS HINCHADOS DE NO DORMIR




Juan llega a trabajar con los ojos hinchados, a penas ha podido dormir. Los movimientos son torpes y sumamente lentos. Pero el dinámico de su jefe no va a permitir el letargo. Por ello le pide que salga a la calle a hacer un par de gestiones.
Juan toma la cartera y sube al autobús. Con la suerte de encontrar un asiento vació. Está es la suya se acomoda en el interior, junto a la ventanilla y el movimiento acompasado del mismo hace que se crea que le están meciendo. Cierra los ojos y se acabo el trayecto. El sueño le despierta en la última parada. El conductor le avisa que ha acabado el trayecto.
Juan no sabe donde está, pero tiene que volver a la parada destino suyo. Por tanto abona otro billete y haciendo esfuerzos por no caer, de nuevo, en los brazos de Morfeo, lucha por mantener la vigilia. Realiza el papeleo y va hacía el metro, de nuevo encuentra sitio, pero aquí está con calor y oscuridad, dos razones para que sus ojos le traicionen y vuelva a quedar profundamente dormido. Al final de la línea se repite la situación anterior. Vuelta a emprender el camino de vuelta y volver a luchar por recuperar la atención en por donde va. Salvo unos cabezazos, consigue apearse en la estación correcta. Realiza su trabajo y vuelta al trabajo que lo hace andando, pues no se fía del movimiento del trasporte público.
Su jefe le recrimina la tardanza, pero sale airoso del comentario disculpa.

Al sentarse en la silla los fantasmas vuelven a aparecer, mientras su jefe le recrimina que en ese estado no se puede trabajar. Le pide que marche a casa y recupere la jornada el sábado.  Tiene un cumpleaños, pero no está para negociar. Solo sueño.

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